miércoles, 14 de enero de 2009

Ciudad Monumental de Cáceres


Situación:
Se halla sobre la zona más elevada de la ciudad antigua, encima de cuarcitas silúricas muy duras y resistentes a la erosión, que forman también los resaltes de la Montaña o el cerro del Portanchito. En algunas callejas de la Ciudad Monumental se pueden observar afloramientos de esta dura roca.


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Cáceres, ciudad conocida por su conjunto monumental como atestigua el haber sido declarada Patrimonio de la Humanidad, está situada en la penillanura trujillano-cacereña. Su antigüedad se remonta al Paleolítico Superior como lo testimonian las cuevas prehistóricas abiertas en la zona de “El Calerizo” entre otras la de Maltravieso, con pinturas de la época Auriñacense.
Se emplaza sobre una colina aprovechando los cimientos de un castro celtibérico muy cerca de la Ribera del Marco, un lugar abundante en aguas subterráneas y superficiales procedentes de las calizas de la zona.
En el año 25 a.C. el cónsul Lucio Cornelio Balbo funda la colonia Lusitania. De esta etapa romana conserva restos de la muralla, el Arco de Cristo y restos cerámicos y epigráficos.
En el s. VI el rey visigodo Leovigildo somete a los habitantes de la ciudad y, tras un periodo de decadencia, los almohades reedifican la muralla, añaden torres y levantan el alcázar. El geógrafo árabe El Edrisi cita a la ciudad en el s. XII con el nombre de Hizn Qazris.
El monarca leonés Alfonso IX la reconquista definitivamente, después de algunos intentos anteriores por recuperarla, en 1229, otorgándole el Fuero. A partir de ese momento fue repoblándose con familias procedentes de León, Asturias y Galicia que levantaron intramuros sus casas fortificadas con carácter defensivo durante la Edad Media y, a partir de los Reyes Católicos, grandes palacios residenciales.
Dentro del perímetro que abarca la muralla destaca la arquitectura palaciega, con casas fuertes construidas en los siglos XIV y XV donde no faltan las elevadas torres almenadas, con troneras y matacanes y adornadas con escudos y alfices, así como los palacios urbanos al gusto renacentista aunque con sabor medieval.
También intramuros se alzan construcciones eclesiásticas como las iglesias de Santa María y San Mateo, además de conventos, ermitas y hospitales. Son zonas con función residencial donde conviven eclesiásticos, hidalgos, funcionarios y señores latifundistas.
Sin abandonar el recinto murado podemos encontrar barrios humildes apartados de las dos plazoletas que rodean las iglesias, donde residieron, separados por barrios, la población pechera cristiana y la minoría musulmana y judía, ésta última en la antigua judería de San Antonio. En estas zonas la arquitectura es popular, de una o dos plantas y reducidas dimensiones.
Extramuros –alrededor de dos nuevas parroquias, la de Santiago y la de San Juan- habitaban, sobre todo, los artesanos y comerciantes de las tres religiones, separados también por barrios y calles cuyos nombres refieren sus oficios: Pintores, Zapatería, Caleros, … También se construyeron fuera de la muralla algunos palacios, ermitas, conventos y hospitales, en calles que seguían en su ordenamiento las principales vías de comunicación.
En el S. XVI se abrirá un nuevo foco de expansión, la explanada del ferial que se convertirá a partir de entonces en la Plaza Mayor. Como aún se muestra, se encontraba rodeada de galerías donde se establecieron escribanos, plateros, boticarios, peso del pan, así como las Casas Consistoriales y la Cárcel. Se convirtió así en el centro neurálgico de la ciudad ya que en ella también tenían lugar los mercados, festejos taurinos, juegos, procesiones religiosas y otras celebraciones.

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